Después
de un tiempo dedicándome a la creación de nuevos personajes y lugares,
retomo con fuerzas renovadas la historia en sí misma.
He
de admitir que le había cogido un poco de miedo al trozo que estoy escribiendo.
La complicación que me suponía escribir en un estilo al que no estoy
acostumbrado pero, sobre todo, el miedo de saber que ahora empieza lo bueno.
Pienso
entonces, ¿será lo suficientemente bueno?, ¿seré capaz de escribir y mostrar
con exactitud lo que se desarrolla en mi cabeza? Y esas, y otras miles de
preguntas hacen que me tiemble el pulso y a penas sea capaz de teclear mi
propio nombre.
Cuando
esto me sucede, me sumerjo en el mundo de Loomond y le doy forma: me centro en
su geografía, en su historia, en sus tejemanejes políticos y religiosos
incluso, y hasta en sus lenguas… Puedo pasar, no solo horas, sino meses inmerso
en la creación de los detalles de ese mundo que existe –de momento– tan solo en
mi mente.
Pero
ya pasó. Ya he superado ese momento de terror y he cogido al toro por los
cuernos. Ahora solo queda sentarse y escribir. Sé lo que quiero, sé cómo lo
quiero. Tan solo me falta darle forma para que puedan saberlo los demás.
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