Un par de
artículos atrás, comentaba que llevaba alrededor de unos diez años con este
proyecto (al que llamo Loomond: el
paraíso de las siete lunas, que fue su nombre primigenio pero no lo es ya;
y, por razones obvias no publico nombres reales de los proyectos, dado que son
trabajos aún no realizados). Algunos fueron años de inspiración, otros de
revisión, muchos de contextualización… Puedo decir que cada letra ha sido
revisada al menos cien veces, lo cual no implica que no haya errores, por
supuesto.
Sin embargo,
aunque las ventajas de un trabajo a ritmo pausado, hecho con paciencia y tras
varios años son muchas, encontramos también inconvenientes diversos. Pero me
atrevo a decir que el más molesto, o al menos el que más lo ha sido hasta ahora
para mí, es la lucha contra el tiempo.
No es el tiempo
en sí lo que me molesta, sino el hecho de que cada día que pasa, algo que he
escrito puede habérsele ocurrido a alguien más. Tal se me ha dado el caso en
varias ocasiones: el primer capítulo estaba ya escrito cuando la primera
película de Narnia salió a la luz. Mi sorpresa al darme cuenta de que, sin
saberlo, había escrito una introducción demasiado parecida fue mayúscula; así
que leí los libros y me decidí a retocar y actualizar ese capítulo introductorio.
En otra ocasión,
al leer Memorias de Idhún, encontré un mundo con varios soles y lunas; aunque
esta vez sí, me negué a destruir lo que hacía de Loomond un lugar único y
especial: sus siete satélites.
Cada día que
pasa temo que salga a la luz una historia igual a la que escribo. No por el
sentimiento egoísta de creer que la historia es mía o que deba ser yo quien la
publique, sino por el miedo a no poder dar forma a todos esos personajes,
historias y acciones que han cobrado vida propia en mi cabeza, a verme obligado
a encerrarlos en un oscuro y desolado baúl como quien encierra la más hermosa
de las aves en la más diminuta de las jaulas.
Así que trabajo
duro por ver finalizado un proyecto que empieza ya a estar entrado en años,
escribiendo a contrarreloj con la esperanza de poder, algún día, mecer a esta
criatura entre mis brazos.
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