La Luna Teletransportadora

15 octubre 2011

Mi pueblo, Sevilla


Muchas con las críticas que está recibiendo la famosa “Torre Pelli” o “Torre Cajasol”. Una vez más, nuestra Sevilla se encuentra en la encrucijada de dos caminos: el que la lleva al futuro, y el que protege su pasado. Y somos los sevillanos los primeros que cuestionamos qué dirección tomar.
Nos topamos además, para mayor confusión, con diversas amenazas que hacen que nos replanteemos si el avance merece la pena. Pero, para poder hacer una buena evaluación, es necesario conocer todos los detalles:
El proyecto apareció por vez primera en 1999, cuando varias multinacionales, junto a las dos Cajas de Ahorro locales, decidieron elaborar un plan para renovar el recinto Isla de la Cartuja e integrar esta área obsoleta que albergó la Exposición Universal en la ciudad, de una vez por todas, mediante la creación de un espacio dedicado al uso terciario del comercio y el ocio. Lamentablemente, el gobierno que entonces formase la junta de Andalucía lo vio innecesario y rechazó la propuesta, condenando a “La Cartuja” a otra década de dejadez y desolación.
Sin embargo, en torno a 2006, con un nuevo Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU), la ciudad se encuentra ante una seria de cambios arquitectónicos, por lo que se convoca a concurso a 5 estudios internacionales para que creen lo que será un nuevo icono para la ciudad en un único edificio. Así nació esta polémica torre, de manos de César Pelli, que ganó frente a arquitectos como Bernardo Fort-Brescia –autor del hotel Westing NY– y Arata Isozaki –diseñador del Pau Sant Jordi– entre otros. Y, para alegría de muchos, y aflicción de otros tantos, esta construcción no viene sola, sino que se enmarca dentro de un proyecto que pretende situar rascacielos en las cuatro entradas de la ciudad, siendo Puerto Triana el primero, y no precisamente último, alojamiento de estos edificios del altura.
Nos encontramos entonces con las primeras opiniones contrarias a este proyecto, afincados en el argumento de que el impacto visual supondrá un atentado a la monumentalidad sevillana. Se amparan en el rumor, que ha alcanzado un tamaño considerable, de que la UNESCO podría incluir a los monumentos de la ciudad en la “lista de Patrimonio en peligro”, así como poner en peligro la calificación de otros que han solicitado ser catalogados como tales.
No obstante, parece más un deseo por parte de los activistas contrarios a la construcción de la torre que una realidad en sí misma, pues la UNESCO no ha aceptado en ningún momento haber tomado tal consideración. De hecho, contrariamente a lo que los rumores indicaban, en ninguna de las últimas reuniones del Comité del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO se ha propuesto incluir a Sevilla en la tan temida “Lista negra”. Aunque si es cierto que la Organización ha llamado la atención al gobierno regional por no haber avisado de la construcción de la torre y de no haber seguido sus indicaciones de paralizar la obra hasta haber considerado los posibles perjuicios.
Empero, debemos recordar que  la UNESCO es un órgano internacional cuya función es orientar a las naciones para una gestión eficaz del desarrollo, pero con potestad cero en cuanto a la política de un país. Por lo que su recomendación ha sido, pues solo eso, una recomendación.
Esta “terrible desobediencia” (nótese el sarcasmo) si que ha levantado cierta irascibilidad: Víctor Fernández Salinas, vicesecretario de ICOMOS-España (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, organismo ligado a la ONU, a través de la UNESCO), echaba algo más del leña al fuego declarando que “…Un escenario realista es que Sevilla entre, tras la reunión de Brasilia, en la lista de ciudades con Patrimonio en peligro. Y podría ocurrir, en el peor de los casos, expulsaran a Sevilla…” lo cual, como he dicho, nunca llegó a suceder.
Y es que hay que aceptar que a algunos poderosos les gusta hablar más de la cuenta, y que nuestra ciudad sigue siendo de segunda o tercera división. Que me vengan a decir si la Torre Agbar o el Edificio Colón han molestado a la Sagrada Familia de Barcelona, o si la Torre Picasso o la Torre Caja Madrid han hecho sombra a la Cibeles o al Escorial.
Pero, en realidad, nada de eso importa si el malestar viene de dentro. Qué más dará lo que diga la UNESCO, Zoido, o Artur Mas si le preguntan, si quienes están en contra son los propios sevillanos.
Hablemos claro, ¿De verdad a alguno le importa realmente un pimiento el peligro del Patrimonio de la Humanidad si la torre está a 1,5 km del casco histórico, y si ni siquiera puede verse la torre desde los supuestamente damnificados monumentos, a excepción de la Giralda?, ¿O es un triste intento de buscar un argumento válido para la irracional intención de dejar la ciudad tal y como estaba en el siglo XIX?
Pero, señoras y señores, dejémonos de chorradas y pamplinas y reconozcamos lo que hay: una comunidad, una ciudad que es el hazmerreir de nuestro país porque ni siquiera nosotros creemos que podamos salir del estereotipo de vagos y analfabetos.
Pues no, perdonen que me emancipe del resto de mis conciudadanos, pero yo no soy de esa Sevilla, yo soy de la Sevilla que opta por evolucionar y convertirse en una gran ciudad, no quiero tener que decir: “me voy a pasar el finde a mi pueblo, Sevilla”