La Luna Teletransportadora

30 junio 2012

La noche me confunde


Al escribir esta historia hay algo sobre lo que me gusta hacer hincapié: la noche. Ese momento en el que la luz del día es sustituida por la oscuridad que lo envuelve todo, y parece que las sombras cobran vida, se me hace el más propicio de los contextos para desarrollar una historia con la magia como protagonista.
Es, por un lado, otro de esos típicos tópicos; estereotipos demasiado trillados en el mundo de la fantasía. Sin embargo, aunque viejo y desgastado, se ha convertido en un aforismo que hace que, si la noche cae, todo sea posible: mientras que la aparición de un fantasma a la luz del día parece extraña y rocambolesca, durante la noche, a la luz de una perlada luna llena, parece que todo es factible. De ahí que la utilización de un estereotipo tal nos sirva, intentando no caer en la redundancia, para crear un entorno creíble.
Por otro lado, en cambio, quisiera marcar una diferenciación respecto a la generalidad. Una diferenciación que, aunque no osaré calificar como genuina, hemos de admitir que no está aún especialmente extendida. La noche, la oscuridad, el color negro, las sombras… son sinónimo de maldad.
No para mí.
He de admitir que, de siempre, me han fascinado, a la par que aterrorizado, las tinieblas. Los personajes oscuros han sido siempre mis favoritos. Y no podía ser menos en mi propia historia. Como digo, en esta ocasión, el mal no se esconde en la penumbra, sino a plena luz del día. Ahí es donde me gustaría marcar la diferenciación: por una vez, las tornas se cambian, la cegadora luz es la herramienta del mal, mientras que el bien se viste de negro.
“Teme a la noche, pues es difícil vislumbrar en las tinieblas. Pero teme más el día, ya que solo su luz proyecta las sombras tras las que el mal se esconde.”

27 junio 2012

Contra el reloj


Un par de artículos atrás, comentaba que llevaba alrededor de unos diez años con este proyecto (al que llamo Loomond: el paraíso de las siete lunas, que fue su nombre primigenio pero no lo es ya; y, por razones obvias no publico nombres reales de los proyectos, dado que son trabajos aún no realizados). Algunos fueron años de inspiración, otros de revisión, muchos de contextualización… Puedo decir que cada letra ha sido revisada al menos cien veces, lo cual no implica que no haya errores, por supuesto.
Sin embargo, aunque las ventajas de un trabajo a ritmo pausado, hecho con paciencia y tras varios años son muchas, encontramos también inconvenientes diversos. Pero me atrevo a decir que el más molesto, o al menos el que más lo ha sido hasta ahora para mí, es la lucha contra el tiempo.
No es el tiempo en sí lo que me molesta, sino el hecho de que cada día que pasa, algo que he escrito puede habérsele ocurrido a alguien más. Tal se me ha dado el caso en varias ocasiones: el primer capítulo estaba ya escrito cuando la primera película de Narnia salió a la luz. Mi sorpresa al darme cuenta de que, sin saberlo, había escrito una introducción demasiado parecida fue mayúscula; así que leí los libros y me decidí a retocar y actualizar ese capítulo introductorio.
En otra ocasión, al leer Memorias de Idhún, encontré un mundo con varios soles y lunas; aunque esta vez sí, me negué a destruir lo que hacía de Loomond un lugar único y especial: sus siete satélites.
Cada día que pasa temo que salga a la luz una historia igual a la que escribo. No por el sentimiento egoísta de creer que la historia es mía o que deba ser yo quien la publique, sino por el miedo a no poder dar forma a todos esos personajes, historias y acciones que han cobrado vida propia en mi cabeza, a verme obligado a encerrarlos en un oscuro y desolado baúl como quien encierra la más hermosa de las aves en la más diminuta de las jaulas.
Así que trabajo duro por ver finalizado un proyecto que empieza ya a estar entrado en años, escribiendo a contrarreloj con la esperanza de poder, algún día, mecer a esta criatura entre mis brazos.

24 junio 2012

Realidad vs. Fantasía


Imagino que el tópico de uno o varios personajes que encuentran una puerta –sea esta o no una con dicha forma o alguna otra, tales como armarios, cuadros, libros, etc. – que da a un mundo mágico está bastante visto ya. Sin embargo, me inclino a pensar que algunas historias, como la mía en este caso, piden tener esa estricta división entre realidad e imaginación.
Es necesario, a veces, establecer esa declaración de independencia de un mundo frente a otro. Un mundo real, sobrio, crudo y falto de esencia; y otro mágico, místico, donde el personaje encuentra las herramientas para evolucionar.
Me parece especialmente relevante, sobre todo en historias infantiles o juveniles, mostrar al lector que en la imaginación tiene los útiles necesarios para establecer una evolución sana, quizá no física, pero psicológica, de espíritu que dirían.
Enseñar que, en la dosis correcta, la fantasía nos da el punto de niñez necesario para ser buenos adultos. No por mucho madrugar, amanece más temprano. O, por contextualizar, no por antes hacer de adulto, ante habremos de madurar. Eso es algo que tengo más que comprobado, aunque no es este el momento de escribir una crónica social sobre la pérdida temprana de la infancia en las generaciones jóvenes.
Tan solo quiero concluir citando al filósofo italoargentino José Ingenieros, que decía, “La imaginación y la experiencia van de la mano. Solas no andan”

20 junio 2012

El paraíso de las 7 Lunas


Esta es una idea que surgió durante mi adolescencia, un período de cambio para todas las personas. En ese momento de sensaciones contrapuestas y altibajos emocionales, surgió un paraíso en mitad de la oscuridad. Una oscuridad que, lejos de representar algo malo, representaba puramente todo ese caos que la adolescencia supone. Y en mitad de todo ese torbellino de sensaciones se erigía Loomond /ˈlu.mɔ̃d/ un paraíso donde evadirme de todo cuanto me rodeaba, ni bueno ni malo, sino simplemente confuso.
La que era, quizás, su característica más idiosincrática era la existencia de siete brillantes esferas que iluminaban ese pequeño territorio que suponía para mí un secretísimo lugar de resguardo. Un lugar donde tan solo reinaba la imaginación y todo cuanto creyese posible podía serlo, alimentado por cientos y cientos de páginas de mis novelas favoritas.
Esas siete esferas, siete lunas de colores, perduraron en el tiempo, ayudándome a empezar, en torno a ese mundo, lo que sería mi primer proyecto serio (en el que aún trabajo actualmente, después de casi diez años). Siete lunas, dos que representaban la dicotomía entre luz y oscuridad, una blanca y brillante y la otra oscura y misteriosa; y otras cinco de diferentes colores representando entes elementales.
Como digo, así comencé mi primera historia: una serie de personajes que atraviesan la puerta de la imaginación para dar de lleno en un mundo donde lo que era imposible es ahora probable. Aunque, por desgracia, no han llegado en el mejor de los momentos, pues serán numerosas las desgracias y grandes los sacrificios; Todo por salvar a un mundo de una guerra que no les pertenece pero que, sin embargo, les necesita.

Punto y aparte

Este blog ha hecho ya tres años. Tres años de altos y bajos, con a penas nada publicado. 
Hoy, sin embargo, quisiera marcar una diferencia, un final de todo lo anterior que me sirva como punto de partida hacia algo nuevo.
He decidido hacer de este blog mi cuaderno de bitácora, el lugar en el que desahogarme cuando alguno de mis proyectos literarios se estanque, cuando la euforia de un capítulo me sobrepase, o, simplemente, cuando necesite contarle a quien lo quiera leer algo nuevo sobre cualquier cosa. 
Marco desde este punto un ANTES y un DESPUÉS. 
A PARTIR DE AQUÍ: solo notas, con más o menos sentido, de lo que hoy por hoy me da la vida: escribir.
HASTA AQUÍ: Un pasado del que, aunque pobre, no me arrepiento lo más mínimo. Me enorgullezco de lo que escribí un día, sea o no lo que hoy escribiría.

No nos damos cuenta

Os presento un texto que escribí hace ya más de cinco años. Recién acontecido el fallecimiento de un familiar querido; fue la primera vez que estuve lo suficientemente cerca de la muerte como para plantearme numerosas cuestiones. Lo he reeditado y aquí os lo publico:

Las cosas ocurren y no nos damos cuenta hasta que ya es demasiado tarde, la vida va pasando por delante de nuestros propios ojos y hasta que no hemos crecido y nada podemos hacer no nos damos cuenta, no nos damos cuenta de lo mucho que queremos a alguien hasta que no podemos decirselo, tampoco nos damos cuenta de lo egoista que somos en ocasiones, y lo descubrimos cuando sentimos la necesidad de pedir perdon a las personas por habernos comportado de forma tan egoista y avariciosa...y no solo eso, sino que no nos damos cuenta de quienes somos hasta que ya nos ha llegado la hora, entonces comprendemos que de nada ha servido el habernos comportado de forma distinta a nuestra verdadera personalidad, que ahora ya no importa...y en ocasiones algunos se dan cuenta, pero por temor o avaricia renuncian a ser ellos mismos y prefieren convertirse en actores(o actrices), actores que protagonizan una pelicula, la pelicula de su vida, pero lo que no nos damos cuenta es que cuando la pelicula acabe ya no habra forma de retomar una vida normal...




A todos aquellos que se han dado cuenta demasiado tarde....................